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estadistica

domingo, 20 de junio de 2010

Fermín Salvochea "El alcalde de los pobres" XXIV

MANUEL GONZALEZ PRADA

FERMÍN SALVOCHEA

Articulo periodístico publicado en el periódico "Los Parias" de Lima, (Perú) en 1908.


Este conocido anarquista español ha muerto en Cádiz, el 28 de Septiembre. Había nacido en esa misma ciudad el 1 de Marzo de 1842
. Un ataque de parálisis, cinco días de enfermedad y la muerte.
La vida de Salvochea se reduce a una continua lucha, primero como republicano para derrocar a la monarquía de Isabel II, después como anarquista para echar por tierra el edificio de todas las iniquidades sociales. El, lejos de cristalizarse en el molde estrecho del reformador meramente político, evolucionó en campo libre, llegando a convertirse en ardiente propagador de las ideas anárquicas.
Humano como Luisa Mitchell, sincero como Pí y Margall, nunca poseyó bien que no fuera de los necesitados, ni concibió pensamiento que no expresara sin ambiguedades y sin reticencias, viviendo en contradicción abierta con la España santurrona e hipócrita donde había nacido.
Dado el hombre, se comprenderá fácilmente que no ha podido hundirse en la tumba sin llevar en sus carnes las cicatrices labradas por la justicia española, tal vez la más inicua y más despreciable de todas las justicias humanas. Condenado por no sabemos qué, a eterna reclusión en un presidio africano, sólo permaneció siete años en el Peñón de La Gomera, pues logró evadirse favorecido por unos traficantes moros. Otros seis años de cárcel sufrió en Valladolid y Burgos, no habiendo cumplido los doce de la sentencia, merced al indulto de 1899.
Propagandista, más en los actos que en las palabras, no dejó por eso de manejar la pluma. Colaboró asiduamente en muchos periódicos-de modo brillante en "La Revista Blanca"- y tradujo del francés o del ingles varias obras, entre las que citaremos las "Memorias" de Luisa Mitchell y "Campos, fábricas y talleres" de Kropotkin.
Amalia Carvia dice en "Las Dominicales" de Madrid al hablar de Salvochea, poniéndole frente al célebre autor de "Ana Karenina".
Tolstoi, con toda su alma de regenerador, no puede compararse con Fermín. Tolstoi, vivió la vida del hombre, disfrutó de todos los placeres de la existencia, se recreó en los goces de la familia y cuando tomó en sus hombros las cruz del redentor, fue cuando había agotado las dichas que el mundo ofrece.
En cambio, Salvochea no vivió desde niño más que para la piedad humana, los juegos de su infancia, los amores de su juventud, las alegrías de la edad viríl, no fueron más que un constante trabajo de redención; sus sufrimientos han sido infinitos, tan grandes como su amor por la Humanidad.
El apostolado de Salvochea no fue inspirados por los desengaños de la vida, por la vista de las injusticias sociales, por la lectura de libros revolucionarios, no, ese apostolado fue inspirado por los besos maternales.
Si el fragmento de Amalia Carvia nos pinta a Salvochea en el curso de la vida, la siguiente anécdota nos la retrata en la hora del gran viaje, cuando las máscaras se desprenden de los semblantes y dejan ver a los hombres en toda su belleza o en toda su deformidad. La víspera del fallecimiento hablaba con su madre y algunos amigos; la vida, el más allá, la religión, el porvenir de la humanidad, la anarquía, etc. eran los temas de conversación que nos recuerda el ultimo dialogo de Sócrates con sus discipulos. Alguien-quizá la excelente señora que le había dado el ser-
mencionó a Jesús, encareciendo su bondad, su amor al prójimo y la resurrección de Lázaro. Salvochea fijó los ojos en su madre y dijo con la mayor serenidad:
-De ser cierto ese milagro, él te prueba que ese Jesús no era bueno... Sí, no era bueno porque debió resucitar a todos los muertos del pueblo.

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