Powered By Blogger

Buscar este blog

estadistica

miércoles, 12 de mayo de 2010

Fermín Salvochea "El alcalde de los pobres" XXII

ARTICULO DE FERMIN SALVOCHEA

"PUNTO EN BOCA"

Cada cual es muy dueño de decir lo que se le antoje; será capricho, necedad, manía, hasta locura si se quiere, pero yo no puedo remediarlo; nadie me negará que el don de la palabra es el origen de la mayor parte de los males que nos rodean. Y no se me diga que la facultad de hablar fue, como muchos creen, el regalito de boda que hizo a nuestros primeros padres el Supremo Hacedor. Ni en aquellos felices tiempos había la costumbre perniciosa de hacer regalos, ni Dios pudo pensar en afligir al hombre con nuevas calamidades, cuando por vía de ensayo, o sin duda, y es lo más probable, con el fin de irlo metiendo desde chiquito en los trotes de contribuyente, le había sacado una costilla, que es como si dijéramos, la primera contribución a inmuebles, (broma de Salvochea qué en los últimos tiempos, no estoy muy seguro sea del agrado de las feministas) No ha sido, por cierto, mal mueble la tal costilla: Pero dejemos a un lado los huesos y vamos a lo que importa.
Lo que hubo fue, y no me desmentirán los periódicos de aquella época, que reconociendo Eva su poco mérito, porque en efecto, era muy poco como todo lo que se hace de retazos, y deseando sacar algún partido, ¡Mujer al fin! Echó mano de la serpiente como maestro de lenguas, para poder decir cuatro piropos a su marido, quién no tenía todo de Salomón, por la sencillisima razón de que Salomón no había nacido todavía. Habló por fin papá y engaño a mamá. Por esta moda no pasan años. (Machismo en pura esencia)
Me parece que con lo dicho, basta y sobra para probar que el don de la palabra no tuvo el preclaro origen que algunos le atribuyen. Resta saber si desde el paraíso a nuestros días ha desmentido su infernal estirpe el supuesto regalito.
De él, como de una plaga, se valió el mismo Dios cuando quiso castigar en la Torre de Babel, el orgullo de los pedantes. ¡De tan atrás viene esa familia! Si lo que allí pasó, fue o no de trascendencia, con dar una vuelta al Mundo saldremos de la duda. A estas alturas no hemos podido entendernos: Continuamos en Babel sin novedad; pero dejemos a las torres, porque a ciertas alturas es muy fácil perder la cabeza y examinemos la llanura que no es tan llana como parece.
Si echamos una rápida ojeada desde la muerte de Abel, hasta la revolución de Francia, qué, entre paréntesis, es una señora ojeada, siempre hallaremos que una palabra mal dicha o mal interpretada ha sido la causa de todos los disturbios, que han armado al hijo contra el padre y al hermano contra el hermano. Y si desde los asesinatos a mano armada, pasamos a los que hacen sin armas los podadores del género humano, médicos, para que todos me entiendan, no podremos menos de encontrar una palabra sirviendo de escudo, parapeto o muralla real para jugar a mansalva, con los que ignoramos la epidémica fraseología de los Hipócrates y de los Galenos.
Yo no puedo vivir así, dice Doña Estefanía a su doctor. El doctor que no entiende la enfermedad, sale del mal paso con achacarla a los nervios, y como los pobres nervios no tienen letrada que los defiendan, cargan con el meto sin apelación. Doña Estefanía, quejándose de los inocentes nervios, va liquidando su caja de ahorros, mientras el buen doctor rellena los suyos con los nervios de Doña Estefanía. ¿Qué mina del Perú ha dado más plata que los nervios? (Crítica a la ignorancia de las personas y la avaricia de profesionales como médicos, más pendiente de llenar sus arcas que de sanar a la enferma)
Serpentea por todas partes otra palabra muy parecida a los vinos viejos. Con cuatro letras que equivalen a cuatro gotas, se trastorna el cerebro mejor organizado. Tiene treinta y seis grados cubiertos como el mejor aguardiente catalán, y como él, alegra en el primer momento y da sueño enseguida; debilita a unos; a otros enloquece. El número de sus víctimas se cuenta por el de sus prosélitos, y sin embargo, en el sentir de los contemplativos es un destello de la divinidad: Este la llama alimento del alma: Aquel áncora de salvación: Para paladares poco delicados, es dulzura. Unos nos lo presenta en figura de niño antojadizo, entretenido en agujerear corazones, como si el corazón fuera zaranda o rallador de queso: Otro más prudente y menos confiado, la pinta en figura de perro perdiguero, y no falta quien crea que es un fantasma para asustar a los incautos; pero en tan confuso laberinto, ¿a quien hemos de dar crédito? Si me fuese lícito dar mi palotada, no titubearía en decir que la tal palabra, calcinada ante todo, debería estar entre los mineros botes de un farmaceutico con orden expresa de no despachar ni un dracma, sino en ciertos casos desesperados, que desesperado y algo más es menester hallarse para necesitar un dracma de amor.
Si desde los males que afligen a naciones enteras, damos un salto a los que hormiguean las casas de vecindad, que no es salto tan mortal como parece, siempre hallaremos los funestos resultados de ese don tan ponderado. Perico
"El Feo", tiene cuatro palabras con Curro "El de los Rizos", y de sus resultas, Satanás carga con "EL Feo", y los escribanos, que se agarran de un pelo, cargan con los rizos de Curro, y con Curro por añadidura. ¡Mentira parece que por
cuatro palabras, se den a todos los diablos, dos amigos!
Encarnacion "La Chata", honra del barrio, cree como articulo de fe, una palabra
que le ha dado su Paco, pero bien pronto la honra de Encarnación anda, como su nombre, de boca en boca por todo el barrio, y se queda "La Chata" con un palmo de narices, porque el buen Paco no quiere dar más que palabras. La gente de alta sociedad suele hacer lo mismo que Paco, pero las palabras de la alta sociedad son palabras de honor, lo que quiere decir que la alta sociedad tiene otro juego de palabras.
Magdalena "La Mañona", flor y nata de las esposas, dice sencillamente una palabra a su compadre: El marido la toma por donde quema, y aunque Magdalena, llorando más que una magdalena, jura y perjura que no hay tales carneros, riñen los compadres: "La Mañona" deja de ser la flor y nata, y el esposo carga con otras esposas que la justicia le regala, porque dio un mete y saca a su compadre a consecuencia de la palabra que a la comadre se le antojó decir. Pues si de las palabras sueltas pasamos a las frases, hallaremos muchas, seductoras y muy inocentes a primera vista, pero examinadas detenidamente, pierden de inocencia lo que ganan en seducción.
-Para alquilarme su casa, Don Restituto me exige un fiador.
-Dice Doña Prudencia a Don Clemente.¿Querrá usted echar una firmita por mí?
Da la casualidad, que esta buena mujer que tiene el atrevimiento de llamarse Prudencia, es tía de una linda muchacha de ojos negros, a ninguno se le ocurre que una firma pueda ser mas negra todavía. No queda pues, a mi señor Don Clemente otro recurso que tomar la pluma y dejarse desplumar por Doña Prudencia, quien se queda tan hueca como si hubiese dado con el movimiento continuo. Bien es verdad, que para una tía, esto de vivir por cuenta de los ojos de su sobrina vale seguramente algo más que el movimiento continuo que sea.
-¿Quiere usted pasar el rato?, dice Don Modesto a su amigo Daniel: Jugamos un burro Como el principal papel se cede por política al convidado, jugando con él al burro, pasan el rato Modesto y los compañeros de Don Modesto, y el amigo Daniel, se encuentra sin saber como, en el lago de los leones
Pues porque estas frases y otra parecidas a estas me hacen temblar, hay quien me llama cobarde. ¡Cobarde yo!, yo no soy cobarde, no señor; tengo dadas pruebas de valor, me he casado y por donde quiera que usted me busque, encontrará en mí todo un hombre. Si se me dice que el turco no baja, me quedo tan tranquilo como si bajase, y si el que baja no es turco, sino el tres por ciento, yo impasible siempre. Bien es verdad que como nunca he querido trato con infieles, pocas o ningunas relaciones tengo gracias a Dios, no con el turco, ni con el tres por ciento.
Pues hableme usted de robos, de calamidades, de miseria, en fin, de cosas de España y ya verá usted mi serenidad.
-Que viene el cólera.
-¿Se aumentará por esto la contribución? ¿No? Pues que venga cuando le de la gana.
-Que hay sarna.
Eso precisamente es lo que nos hace falta, sarna para rascar.
-Que se susurra algo de hambre.
Me parece muy bien; yo estoy por la igualdad. ¿Donde hay paciencia para sufrir que este grito estomacal sea privilegio exclusivo de cesantes y exclaustrados?
No señor, nada de prerrogativas. El hambre no debe ser patrimonio de ninguna familia, ni de persona.
-Que se suena algo de peste.
Son ya tantas las cosas que a mi me apestan, que por una más o menos no he de andar con melindres.
-Que murió Doña Tecla.
Tanto mejor, ya dio en la tecla su marido.
-Que no hay ni una peseta.
Ni un cuarto tenía Noé y llegó a ser naviero.
Pues un hombre de mi temple, un hombre que sin lisonja, pudiera pasar por Napoleón, se echa a temblar como un chiquillo cuando oye decir...Pero no, lo oigo yo.
No asusta un toro a Ponce y se quedaría tamañito, si oyese el trompetazo precursor de la innoble Media Luna. Perdoneme el señor Abdul Khan II. No intimidan las balas al militar aguerrido y palidece ante una orden de reemplazo. No causan pavor a una doncella las acechanzas de cien amantes gavilanes y la sola idea de morir con palma le hace aborrecer...hasta los dátiles. Pues una cosa muy parecida me sucede a mí cuando me dicen: Monono mío, tan dulce y tan seductor ¿Sabes tu lo que cuesta en estos tiempos llegar a merecer el nombre de Monono? Monono mío en boca de una mujer, es un compendio de las plagas del Faraón, es el sistema tributario del daguerrotipo. ¿Qué letra a la vista, qué pagaré vencido, que papeleta de apremio apremia tanto como un Monono mío?
Quiera Dios que llegue un dia en el que los gobernantes y gobernados se convenzan de que siendo el don de la palabra la causa de todos los males que nos afligen, no queda más recurso que levantar una nueva bandera que lleve por lema,
PUNTO EN BOCA
F.S. ( Revista Gaditana, 30 de Agosto de 1867)

No hay comentarios:

Publicar un comentario